La diabetes como toda condición crónica depende de cómo cada uno aprende a convivir con ella y es influenciada por muchos factores. Si bien la «diabetes emotiva» es un mito. Nadie por más nervioso o estresado que esté va a tener diabetes si no está predispuesto. El estrés eleva la glucemia, tanto en personas sin diabetes como en personas con diabetes; la diferencia está en que las personas sin diabetes podrán controlar esta situación y las con diabetes no tienen la capacidad de hacerlo, por lo tanto la glucosa se elevará.
Así que el término diabetes emocional no existe; pero sí es cierto que los personas con diabetes necesitan cuidar su equilibrio interior para que los niveles de glucemia puedan controlarse. Lo mismo sucede con los temas no resueltos del ámbito interior… muchas veces, reconocemos en nuestra consulta, existen temas vitales no resueltos, viejos rencores, frustraciones, relaciones y círculos viciosos que no se lograron cerrar que agobian, quitan la energía, angustian y hacen imposible el buen control de la diabetes. Estas dificultades necesitan resolverse en un plano más profundo con psicoterapia, pero muchas veces tenemos que ayudar a dar el primer paso, en la curación de las heridas …
Hace unos días, encontré este artículo que se llama «El Eterno Retorno a las Heridas Sangrantes», escrito por Carina Saracco y Mauricio Girolamo, que me gustó mucho, habla sobre cerrar, limpiar, tirar, perdonar, dejar ir, soltar! No está enfocado particularmente en diabetes pero creo que es una excelente lectura para empezar a reflexionar sobre uno mismo y entender algunas formas en las que se expresan nuestros problemas. Espero les guste.
«El Eterno Retorno a las Heridas Sangrantes»
Heridas que sangran, temas irresueltos, rencores que no cesan. Asuntos pendientes que nos golpean la puerta constantemente, como si no nos permitieran mantener bajo la alfombra aquello que alguna vez, ilusoriamente, decidimos ocultar «haciendo de cuenta que ya no existe».
Se suele decir que «no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista». Sin embargo, vivimos a diario, muchas situaciones que se arrastran, se postergan, se padecen y se eternizan, hasta llegar incluso a la naturalización de las mismas. Pero que a mediano o largo plazo terminan enfermando.
Al vivir en ese «como si«, en esa falsa ilusión de que al dejar de hablar de algo, desaparecerá como por arte de magia, lo único que hacemos es intentar tapar el sol con un dedo. Sosteniendo la creencia distorsionada, que al no mirar, deja de estar. Nos hacemos los distraídos, pero con total y absoluta conciencia de ello. Y cada tanto espiamos de reojo la alfombra, para cerciorarnos que la mugre sigue ahí escondida.
Trabajos que soportamos desgraciadamente, jefes a los que les ponemos cara de«empleado del mes», relaciones caducas pero que no finalizamos en la práctica, amistades añosas pero tóxicas, vínculos con fecha de vencimiento que seguimos consumiendo aun vencidos. En fin, sobran ejemplos en la vida pasada o presente de cualquiera de nosotros. ¿Y qué hacemos? ¿Para qué nos serviría esto?
En el mejor de los casos y como todo en la vida, nos debería servir para aprender. Transitamos esta vida en un constante e interminable aprendizaje, el cual se mantiene hasta el último de nuestros días. Aquello que se suele definir como «capitalización de la experiencia» (Una acumulación de saberes y vivencias que serán útiles en las próximas situaciones).
Somos seres erráticos. El ensayo-error, es uno de nuestros métodos fieles de aprendizaje ylo cierto es que muchas veces aprendemos más por los errores, que por los aciertos fortuitos que logramos. Podríamos decir entonces, que errar no sólo es humano, sino que es condición vital para la supervivencia. Pero hay que ser muy cuidadosos en este punto y que esto no nos sirva como justificativo o excusa para tropezar cien veces con la misma piedra.
En realidad estos «círculos no cerrados», nada tendrían de malo o negativo si no fuese por un detalle: agobian, angustian, perturban, desgastan, desvitalizan y contaminan el presente. Es un peso constante de lo que no tuvo, ni la trascendencia ni el fin. Y nos lleva indefectiblemente a vivir en el pasado.
«Construimos» amistades, relaciones de parejas, cargos laborales, vínculos con compañeros de trabajo o de deporte,relaciones familiares, etc. Nos comprometemos a través de esos vínculos. Pero a la hora de «cerrar», (cuando ya no es más lo que era, cuando ese amigo opta por otros caminos, cuando el compañero de trabajo o de deporte compite con nosotros sin que hayamos aceptado la contienda, cuando esa pareja comenzó a ser despareja, y dejamos de caminar a la par), muchas veces tendemos a hacer poco y nada. Abandonamos, miramos hacia otro lado, cedemos;y lo peor de todo, nos acomodamos, nos empantanamos y nos aterramos de solo pensar en la posibilidad de algo diferente. Optamos por quedarnos con lo «viejo conocido», aunque sea insatisfactorio; evitando de este modo el desafío que me propone lo desconocido que trae en sí mismo el cambio.
Si bien el tiempo aporta consigo templanza y madurez, no alcanza con solo dejar quelas horas y los días curen las heridas.¡Hay que cerrar, limpiar, tirar, perdonar, dejar ir, soltar! Y para ello debo emprender una acción, tomar una decisión.
Es literalmente un trabajo, una tarea continua. Una dedicación de tiempo y esfuerzo (en todos los niveles), para explicarnos por qué eso ya no va más. Porquesi me hace daño o incluso ya no es productivo para mi presente, ya no aporta, no suma, ni enriquece.Esta es una clara señal que hay que Cerrar, pero tirando la llave. Limpiar, pero profundamente. Tirar, pero sin añorar. Perdonar, pero sin rencor. Dejar ir, pero sin culpar y sobre todo aprender a Soltar para ser libres.
Fuente: Mza on line. El Eterno Retorno A Las Heridas Sangrantes. M. Girolamo y C. Saracco