Hoy comparto con Uds. la segunda parte de un post del Blog de Oscar Lz. de Brignas publicado recientemente. Por respeto a su autor, transcribo algunos fragmentos sin modificaciones.
Mi médico y yo
La relación entre médico y paciente ha cambiado mucho en las últimas décadas. Y si hablamos de deseos en este artículo, yo quiero que el paciente consensúe y dialogue con su médico. Que haya una auténtica comunicación bidireccional; no un discurso tipo monólogo. Pero también quiero que el paciente se implique en la toma de decisiones de su salud y en su plan de cuidados. Ya hay evidencia de que activar al paciente es clave en el control (Y EN LA PREVENCIÓN) de muchas enfermedades. Y para eso necesito a un paciente más activo e implicado, algo que hoy sigue siendo un activo infrautilizado del sistema. Eso parte -entre otras cosas- de que el profesional de salud sepa implicar más a sus pacientes. En diabetes, son muchas las personas que afirman “tener un poco de azúcar” en lugar de reconocer que tienen una diabetes tipo 2. Y no lo reconocen porque sencillamente, nadie les ha dado ese diagnóstico de manera clara. Esto cuando yo estudiaba en la Facultad de Ciencias de la Información se denominaba “error de código”; ambos interlocutores no se han entendido. Lo que decía el emisor no ha sido correctamente decodificado por el receptor. Este es uno de los problemas principales de esta enfermedad que cuesta muchísimo dinero al sistema sanitario: la falta de concienciación y de implicación. Si no somos capaces de explicar un problema al paciente, éste no lo entenderá como tal, sino simplemente como algo coyuntural, leve o menor. Este”error de comunicación” de muchos médicos sale caro a todos. Pero no sólo es un problema que atañe al profesional de salud. El paciente también debe ser alguien que entienda que es él quien debe tomar las riendas de su propia salud y no confiarse al médico como una especie de mecánico que le arregla cada vez que va. Así no vamos por buen camino. Y para activar a los pacientes necesitamos concienciar. El paciente debe ser mucho más colaborativo. Debe implicarse y hay que implicarle. Como decía al principio de este punto, para eso hay que escuchar, consensuar entre médico y paciente. Mi médico y yo. Paciente y profesional, dos agentes que deben cambiar sus chips si queremos que el sistema sanitario cambie a mejor.
La salud en el colegio
Siempre he dicho que para concienciar sobre salud y para que seamos usuarios responsables de un sistema sanitario más eficaz debemos entender cómo funciona todo. Y asumir que la sanidad no es un pozo sin fondo. Entender que la salud comienza en uno mismo y en su actitud. Algo que a día de hoy la gente no tiene muy claro. Vemos a nuestro sistema de salud como un ángel de la guarda que siempre estará ahí para lo que sea y que seguirá pase lo que pase. Y sin embargo, si seguimos como hasta ahora sin hacer ciertos reajustes, no será sostenible en un futuro no demasiado lejano. Por tanto, concienciarse de qué debemos hacer con nuestra Sanidad pasa primero también por comprender que somos nosotros mismos los que debemos comenzar a gestionar la Salud, escrita con S mayúscula. La salud comienza en uno mismo y se aplica a diario. Concienciar, formar y educar. Algo que muy probablemente no podremos hacer con personas de cierta edad, pero sí con la futura sociedad que nos relevará. Y para conseguirlo yo pondría en marcha algo que aprovecho a comentar en todas las tribunas cuando tengo ocasión: concienciar en salud desde el colegio. La salud como una asignatura más ¿Por qué no pensar que una formación temprana en salud va a repercutir en una mayor concienciación y corresponsabilidad de un sistema sanitario que es de todos? Hagamos que esto dure.
No se trata sólo del sistema: también de mi
Muchos de estos cambios no exigen sólo modificaciones a nuestro sistema de salud, sino también a nosotros como pacientes. Debemos cambiar de mentalidad, de forma de entender la sanidad. Debemos ser mucho más conscientes del valor de la salud, de la importancia de no perderla, de colaborar activamente en mantener ese bien tan preciado que es la salud y a la vez, de cuidar nuestro sistema sanitario. Y mucho de eso pasa por la formación y la educación como pacientes. En mi mundo de la cronicidad y la diabetes, hay que potenciar la formación y la educación. Un buen control de la diabetes pasa por un paciente formado. Pero hoy la práctica totalidad de los pacientes con diabetes tipo 2 no reciben ninguna formación diabetológica. Y así, las cifras negras de la diabetes seguirán siendo negras por mucho tiempo por muchos parches que se intenten poner. Debemos educar a TODOS los pacientes. Lo que hoy día es un pequeño asterisco en una analítica puede suponer un gasto humano y económico importante en años si la persona no se conciencia y no está suficientemente empoderada para gestionar su salud.
Humanización, un viejo término ya conocido
Este concepto es un viejo conocido de la Administración sanitaria, que se preocupa desde hace ya bastantes años en intentar mejorar en este aspecto. Una preocupación lógica y esperable de quien imparte los cuidados de una manera masiva. Hay que procurar mantener siempre como un norte la humanización en un sistema sanitario enorme, complejo, burocrático, tremendamente compartimentado y que funciona como una gran máquina de curar. No somos números de historia, sino personas, iguales a quienes nos atienden en esa enorme estructura administrativa que es la Sanidad Pública. Pero hemos llegado en muchos casos a que se prioricen aspectos administrativos, financieros o procedimentales, olvidando un poco la auténtica esencia de un sistema sanitario: un servicio gestionado por humanos y orientado a otros humanos. La humanización debe ser por tanto una auténtica prioridad de nuestras instituciones de salud.
Mi sistema de salud
Probablemente, si preguntáramos a muchas personas, su sistema de salud ideal incluiría un concepto que mencionarían mayoritariamente; la personalización. ¿Cómo conseguirla? Algo que a priori podría parecer inalcanzable para todo un sistema sanitario podría resumirse en algo tan simple como “ponerle las cosas fáciles”. Cosas a veces pequeñas, como por ejemplo que seas avisado de tus citas o que se te permita gestionarlas a ti desde la Red acorde a tu disponibilidad y no a la del sistema. Que puedas concentrar tus visitas al centro hospitalario y no estar deambulando una y otra vez para distintos servicios. Que puedas elegir determinados materiales o consumibles en una enfermedad crónica porque se ajustan mejor a tus circunstancias personales… la lista de aspectos podría ser muy muy larga. Si el sistema sanitario me lo pone más fácil, se adaptará a mi y por tanto, tendré la sensación de que está mucho más personalizado y se adecúa a mis necesidades y no al revés como sucede ahora. El ciudadano ve a su sistema de salud como una gran maquinaria lenta y compleja. Como un rodillo que no se adapta a nosotros, sino al revés. Es poco flexible.
Sueño o realidad
Tras todos estos deseos e inquietudes personales… ¿será posible convertirlos en realidad o seguirán siendo un sueño? ¿Estamos realmente concienciados de que debemos cambiar muchas cosas para hacer nuestra sanidad sostenible y que siga siendo nuestra joya de la corona del estado de bienestar? Siendo unos cambios a medio y largo plazo… ¿podrán llevarlos a cabo las personas que están en la cúspide a pesar de que dichas personas suelen pensar en períodos cortos de unos… 4 años? Es cierto que Roma no se hizo en un día, pero los pasos se deben comenzar a dar. Personalmente, valoro que los pacientes tuvieran un hueco en este pasado Congreso de Hospitales y Gestión Sanitaria, pero debemos seguir trabajando para que seamos más y más activos y presentes en algo que además es de todos. Me gustaría acabar insistiendo en un detalle sobre el que he insistido en este artículo: cada uno de nosotros como paciente tenemos mucho que hacer también a título personal. Tolstoi dijo “Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo”. No podemos pretender que cambien las cosas si nosotros no cambiamos primero.
Fuente: EL PACIENTE, CLAVE DEL CAMBIO EN EL SISTEMA SANITARIO,